Un espectáculo de mentiras / Ruelas

Aguascalientes, Diciembre 17 (2024).- La ética política, es una “autoclave” social, no permite la mentira; la deontología exige la verdad como un pacto de virtud. La mentira desde cualquier punto de vista daña profundamente las relaciones humanas. Mentir apoya la distorsión de la realidad, al hacerlo se tiene una intención, en el poder público impera ideología, aferramiento y dominio. En la sociedad de la comunicación y la información el problema se agudiza por su naturaleza, una suerte de “rosa de los vientos”, la narrativa impacta a 360 grados, en ese universo hace discernimiento en los medios de comunicación. El engaño perturba la percepción que se tiene de la circunstancia real.

Las personas de poder han construido un edificio del habla y los propósitos comunicativos, tanto en propaganda como publicidad, en su firmes se refleja la intención ideológica, el narcisismo, la locura. El lenguaje y la pragmática, los significados y los significantes ayudan a desvelar los alcances e implicaciones sociales y psicológicas de desnaturalizar los contenidos verdaderos. Gobernantes y líderes ¿tendrán razones para mentir?, desfigurar la realidad para manipular las percepciones públicas y mantener poder y prebendas, lograr que el colectivo desatienda los problemas esenciales del país merced a estar involucrados en narrativas destructivas, razones no prudentes que tienen. La narrativa de posverdad se ha puesto en escena, en ella las emociones resultan más eficaces que la realidad y más eficientes que lo verdadero, es preferible que sientas a que pienses, es decir, dejar el interés de lo preocupante. Las mentiras políticas son mucho más efectivas desde la importancia de la tribuna en que se digan o la popularidad de quien lo pregona, ello regulariza su aceptación; infinidad de cátedras políticas y éticas se han destruido desde un predicado emitido desde el “salón tesorería”. En esos escenarios con la sueve suavidad del tiempo se deteriora la confianza pública, aminora la calidad democrática.

Hemos padecido narrativas de mentiras y falsedades, ambas, la primera en distorsión de la realidad y la segunda por negación de pruebas contundentes. El periodismo publica una nota que detalla una boda en el Museo Nacional de Arte de México, la ex responsable de: CEPAL, Secretaría de Relaciones Exteriores, Embajadora de México en Chile; actual responsable de la SEMARNAT, negó conocer la curiosa boda. Le publicaron fotografías de su participación… El líder del diputariado federal negó una posada, festejo de fin de año, le mostraron evidencias, sostuvo su dicho. Ambas personalidades no desperdiciaron los medios para mostrar su fe inquebrantable a mentir con los dichos de “la austeridad… pilar del segundo piso, racionalidad financiera, NO MENTIR, NO ROBAR, NO TRAICIONAR…”. “sí, pero poquito”: Ella, aceptó haber participado, más recibir la renuncia del nada honorable servidor público, pero no lo cesó; El, dijo con voz pausada que cada diputación pagó su tarifa, ¡caso cerrado! Luego un duelo de titanes, los lideres del senado y de los diputados mostraron corrupciones, se dijeron de “negocitos” y “vámonos investigando todos” …

¿Y la confianza ciudadana?, respuesta: ¡DAÑADA! En su criterio eso no importa, tienen mayoría, dicen el pueblo les extendió una suerte de “cheque en blanco”, mérito para mentir regularmente. Aun tienen el bono electoral, pero la confianza es temporal, “sabia virtud de conocer el tiempo” enseñó el Maestro Renato Leduc. En el alma de la mentira se engendra barullo y desinformación, ahora diferenciar verdad y mentira política lo han vuelto improbable. Mentir cancela el diálogo, falsear obstruye las sanas decisiones. La estrategia de la mentira política es por causar efectos obscuros para dominar. Son las mentiras las que han separado la unidad en la diversidad, en la posverdad solo unas mentiras la rifan, hoy, las de mayorías intangibles a las que, según su narrativa, “el pueblo les escrituró la Patria”, se convirtieron en arquitectos de exclusión, impulsores de los conflictos sociales, responsables de la pérdida de credibilidad en las instituciones. Las instituciones son el único patrimonio del famoso “pueblo”, todo daño merma la heredad.

Más de 70 reformas a la CPEUM en menos de 3 meses, confirman inestabilidad política. “Un botón basta de muestra…”. La reforma al INFONAVIT da testimonio que “el pueblo bueno” no importa, los trabajadores y los patrones, son parte del pueblo, pero ahora ya no, solo consensa el gobierno con mayorías inventadas para la toma de decisiones; lo más grave es la impunidad para decidir sobre DOS BILLONES de pesos que son patrimonio de LOS TRABAJADORES. Se les olvida que ellos mismos han dicho que “el pueblo es sabio”, en la sabiduría la paciencia y la resignación humana tienen límites y un profundo descontento y aversión por abusos y despotismos… Que los trabajadores tengan casa es loable, pero sus patrimonios abrazan sus derechos.  

La solución es una ciudadanía, autónoma, libre, desprejuiciada, resistente, virtuosa, con una pedagogía pública en la casa, comenzando en la calle, desde la comunidad.